martes, 26 de diciembre de 2017

Capítulo 200: “Music”. John Miles. (1976)



Deprimartes musical:

John Miles es un músico muy talentoso, que promediando la década de los años ’70 tuvo la fortuna de que una discográfica importante estuviera interesada en editar su disco debut. Para sumar más fortuna a la ocasión, quien estaría a cargo de producir su disco sería el genial Alan Parsons; así que había promesa de que su álbum tendría un excelente sonido… El éxito no tardó en aparecer, pero antes de que su carrera como solista pudiera despegar, el productor de su disco lo convenció de sumarse a su propio proyecto; y así fue como el bueno de John Miles pasó a integrar el selecto grupo de vocalistas que suele cantar en los exitosos temas de The Alan Parsons Project, junto a otros nombres tan rutilantes como el de Allan Clarke (vocalista de The Hollies), Colin Blunstone (cantante de The Zombies), Gary Brooker (de Procol Harum), Dean Ford (de Marmalade) y Steve Harley (de Cockney Rebel), entre muchos otros. Y antes de dar a su sueño solista por muerto, Miles supo regalarle a la música un éxito que llevara ni más ni menos que su propio título: “Música”. Y por pretencioso que parezca, creo que le ha hecho honor a su nombre, ya que no sólo toda la canción es interesante en sí misma, sino que hasta la letra es mínima y dice justo lo que tiene que decir: “La música fue mi primer amor, y también será el último. Música del futuro y música del pasado”. Y sin que se me caiga la cara de vergüenza, puedo hacer mías esas palabras. La música ha sido siempre mi gran amor. Siento que me ha dado mucho más de lo que prometió, nunca me defraudó y jamás me he sentido traicionado por ella. Así que probablemente también sea mi último amor. Espero no sonar loco al decir que tengo una canción que deseo que sea la última que escuche antes de morir…

Tengo la enorme suerte de poder ejecutar algún que otro instrumento, y de tener una básica educación musical; es por esto que me animo a compartir con todos ustedes un humilde análisis de la estructura de esta canción, y de lo que significaba la música para aquella lejana y gloriosa época. El tema arranca como una suave balada, con el cantante acompañándose sólo con un piano; al cual en la segunda estrofa se le suma como acompañamiento un fondo de violines. Y ya antes de cumplir el minuto hace su entrada sorpresiva un intermezzo bien rockero, que cuenta con la característica de tener una rítmica 7/8, incómoda en un principio, que da la idea de que algo está faltando en el “tempo”. Jugar con rítmicas que resultan extrañas al oído es un recurso muy típico del Rock Progresivo de esos años. Este interludio servirá de base para un solo de guitarra bien presentado, con un sonido claro y pulido; aunque con una muy sutil distorsión, como para permitir que se aprecie el suave balance logrado entre la potencia rockera de la banda y los sonidos orquestales de fondo, exquisita mezcla muy característica del Rock Sinfónico. Aparecen unos ataques de la orquesta dando golpes en “staccato”, que desembocan en una atmósfera tranquila donde vuelven la voz y el piano a retomar la posta; sólo que esta vez un violonchelo juguetea por debajo de la dulce melodía. Sigue un crescendo de la orquesta, en el cual no hay ningún elemento rockero apreciable; hasta que nuevamente el interludio hace su poderosa aparición, esta vez en una rítmica de métrica más común. La banda hace las veces de base para que la sinfónica se luzca en todo su esplendor. Vuelve el cantante a retomar el último verso y todo el sonido de la canción va hacia arriba, hacia una cima; donde un coro rellena el ambiente en todo su esplendor. El final es glorioso, y a más de uno le darán ganas de exclamar lo mismo que dice la letra: “Vivir sin mi música sería algo imposible para mí. En este mundo lleno de problemas, mi música hace que yo siga avanzando”.

No es poco. La música ha sido el motor de mi vida allí donde yo no supe encontrar otra cosa que me sacara adelante. También es cierto que es un refugio seguro –tal vez demasiado seguro- en el cual encontrar la tranquilidad que la mente necesita para volver a armar sus piezas dispersas. Sabe adormecer y despabilar nuestro ánimo, y es por eso que es tan importante en la vida de cada persona. Si bien es arriesgado proponer que somos la música que escuchamos, es cierto que la música que escuchamos dice mucho de cómo somos… Así que, a seguir disfrutándola. ¡Feliz Deprimartes! 

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