Deprimartes excelso:
“‘Hey,
Joe; ¿adónde vas con ese revólver en la mano? ¡Hey, Joe! Te pregunté adónde
ibas con ese revólver’. ‘Voy a matar a mi novia, porque la atrapé coqueteando
con otro hombre, y eso ya sabes que no está nada bien’”. Desde que
nació, junto con la década del ’50, el Rock & Roll le debió su esencia más
irreductible a la guitarra eléctrica, ese instrumento que gracias a sus posibilidades
expresivas abandonaba el aburrido panorama jazzero de aquella época para
investigar qué tan lejos podía llegar adaptándose a esa núeva música de rebeldía
filosa. Y a lo largo de la frondosa historia de la guitarra, ésta supo caer en
sabias manos. Son muchos los nombres –muchísimos – a los que les debemos que durante
todos estos años nuestros genes insatifechos griten cada vez que escuchamos un
solo bien ejecutado; pero hay un nombre que fulgura como ningún otro, un sol
que parece brillar cada día más, y cuyo bronce bien ganado parece no conocer
óxido que lo carcoma: Jimi Hendrix.
Superhéroe indiscutible de las
seis cuerdas, prócer del Rock Ácido; no hubo ni volverá a haber otro como Jimi.
Llevó el hecho de ser un guitarrista varios niveles más allá, poniendo la vara
muy alto; y señalando la cima de la montaña a la cual hay que apuntar para
quien quiera convertirse en una megaestrella rockera:
“‘Hey, Joe; oí que mataste a tu mujer. Tú la mataste. La dejaste bien muerta,
tirada en el suelo’. ‘¡Sí, yo la maté! Ya sabes que la atrapé coqueteando por
toda la ciudad. Y le apunté con el arma, y le disparé. ¡Muy bien! ¡Y le disparé
otra vez más!’”. Con un talento circense, puso ante la mirada del gran
público nuevas maneras de tocar la guitarra, con la lengua, con los dientes, en
la espalda, en la nuca… Era un innovador nato, que por lo general incendiaba su
instrumento una vez que complacía a la audiencia. Una vez tocada por el gran
Hendrix, esa guitarra ya no era digna de existir.
Así como había graffittis en las
calles que a Eric Clapton lo llamaban “Dios”, el nombre de Hendrix era apenas susurrado
entre los guitarristas; que se decían unos a otros: “Conocí a alguien que va a
acabar con todos nosotros”. Y es que si bien para mi gusto, sólo Clapton le es
comparable; la increíble sobriedad de Eric nunca buscó hacerle frente a la
parafernalia que el Brujo Negro desparramaba sobre el escenario. Y además,
Hendrix tuvo la fortuna de acrecentar su leyenda muriéndose muy joven, en el
mismo período de un año que terminó por llevarse también a Janis Joplin y a Jim
Morrison; todos a la edad de 27. Esa seguidilla de muertes le puso fin a la era
psicodélica del Rock, abriéndole la puerta a la dolorosa madurez de los primeros
años de la década del ’70: “‘Hey, Joe; ¿adónde vas a
ir ahora? ¿Adónde huirás?’. ‘Me voy hacia el sur, me voy con dirección a México;
adonde puedo ser libre. Nadie me encontrará allí, ningún verdugo va a ponerme
una soga en el cuello; créeme. Ya me
tengo que ir’”.
Aquí, además de deleitarnos con
otro de sus solos, Jimi canta sobre un encuentro casual con un amigo suyo, que finalmente
mata a su mujer y ahora quiere desaparecer del mundo: “‘Hey,
Joe; mejor que corras y te despidas de todo el mundo’”. Con el arte del
más grande guitarrista de todos los tiempos es que baja el telón de otra
temporada de este humilde blog; así que... ¡Feliz Deprimartes para todos!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario