Deprimartes profundo:
Sólo escudado con una guitarra
acústica, y disparando riffs con su armónica, este poeta urbano se sentó en la
cima de su talento, y comenzó a hacerse preguntas que no tienen respuesta: “¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que
pueda decirse que es un hombre? ¿Cuántos mares debe sobrevolar la paloma de la
paz antes de que pueda descansar en la arena? ¿Cuántas veces deben volar las
balas de cañón antes de que sean para siempre prohibidas?”. Bob Dylan, uno
de los músicos más influyentes del Siglo XX, inauguró allá por comienzos de los
‘60 el uso de la poesía en el mundo del Rock, y todos vieron que eran dos
elementos que hacían una combinación maravillosa. Hoy en día se extraña aquella
mixtura: “¿Cuántos años puede existir una montaña
antes de que sea tragada por el océano? ¿Y cuántos años pueden existir algunas
personas antes de que se les permita ser libres? ¿Y cuántas veces un hombre
puede girar la cabeza, y pretender que simplemente no ve?”.
Honestamente, no creo que ningún
artista popular cante peor que Bob Dylan. Estuve tentado en basar esta humilde
reflexión usando alguna de las múltiples versiones que se hicieron de esta
bellísima canción (por ejemplo, la del trío Peter, Paul & Mary es hermosa),
pero preferí atenerme al original por una razón: como a veces sucede en la vida
misma, las cosas verdaderas están lejos de ser hermosas. Y todo lo que dice
esta canción de Dylan es tan fuerte, y deja un eco tan potente en el fondo del
alma, que poco importa lo artísticamente impresentable de su voz: “¿Cuántas veces un hombre debe elevar la cabeza para que
se dé cuenta de que está mirando el cielo? ¿Y cuántos oídos debe tener un
hombre para que logre escuchar el llanto de la gente? ¿Y cuántas muertes más le
va a tomar el darse cuenta de que ya ha muerto demasiada gente?”.
Tanto existencialismo planteado
en estas palabras merece una respuesta. Y por supuesto que la hay. Sólo que, o bien
es tan evidente que está siempre a nuestro alrededor y no logramos verla, o nos
es tan inaccesible que permanece encriptada en el murmullo de la brisa: “La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento...
La respuesta está soplando en el viento”. Una obra maestra. ¡Feliz
Deprimartes!
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