Deprimartes volador:
“No
te alarmes por el tono de mi voz. Mira mi nueva arma, el arma que elegí. Oh,
sí”. Desde que ha
comenzado el nuevo siglo, nuestro bien amado Rock & Roll ha parecido
comprender que su época de gloria había terminado. Los años en que cargó sobre
sus hombros el hecho de ser el marco cultural a través del cual se
desarrollaron las revoluciones sociales más importantes de los últimos tiempos
tuvieron que ver únicamente con ese Siglo XX al que tan bien definió Enrique
Santos Discépolo como “un despliegue de maldad insolente”, cuando tan sólo
había visto pasar un tercio del mismo. Y tal vez por eso, habiendo mirado hacia
atrás, a todos los laureles que consiguió, fue que decidió correrse del “mainstream”,
la corriente principal; o sea todo aquello que marca tendencia en la música. Y
su trono sagrado en todos estos años ha sido ocupado por diversos inquilinos
momentáneos y de mucha menor plusvalía cultural. Uno de ellos es sin duda la Música
Electrónica, que funciona como un apropiado escape de nuestra existencia
mundanal a la hora de encontrar un lugar multitudinario en el cual bailar bajo
los efectos de algún psicofármaco. Su historia se hunde en la década del ’60 con
la aparición de los primeros sintetizadores, y se ha ramificado tanto a través
de los años que sus vertientes son incontables. Algunas de ellas están bastante
emparentadas con el Rock, especialmente la corriente llamada Big Beat, representada
por The Prodigy, The Chemical Broters, o quien hoy nos ocupa: Fatboy Slim.
“Escucha
el sonido de mi voz. Puedes chequearlo, esta es mi arma elegida”. Que ese nombre no nos confunda y
nos haga pensar que hablamos de una banda. Para nada, Fatboy Slim es el
seudónimo que usa como DJ el señor Norman Cook, un músico devenido del Rock
ochentoso; que supo ser bajista de la excelente banda The Housemartins, y a
quienes ya tuve el honor de pasar revista en mis Deprimartes. Su interés en la
electrónica y su buen gusto como músico rockero se amalgamaron para entregarnos
algunas piezas memorables dentro del sonido bailable. Para esta maravilla de
tema que les presento hoy, sampleó la introducción de la canción “Into My Own
Thing” del grupo de Funk Rock de los años ’60 Sly & The Family Stone. Y
vaya que quedó bien: “Puedes elegir esto, o puedes elegir
aquello. Puedes elegir esto, o puedes elegir aquello”. Eligió bien, y terminó por quedarse con
toda la música y mezclarla en su propio caldero, para ver qué tipo de hechizo
le saldría: “O bien puedes elegir quedarte con
nosotros”.
“Camina
sin ritmo, así no atraerás al gusano. Camina sin ritmo y así no atraerás al
gusano”. Aquí hay
una referencia a la que probablemente sea la mejor saga que nos haya dejado la
Literatura de Ciencia Ficción, “Dune”, de Frank Herbert. En el planeta desértico
de Arrakis se extrae la especia más valiosa del Universo, la “Melange”, y para
cosecharla hay que evitar llamar la atención de los enormes y peligrosos Gusanos
de Arena. Como estos monstruos reconocían las vibraciones rítmicas como signos
de una eventual presa, el aprender a caminar sin ritmo era una forma de evitar
que aparecieran: “Pero si caminas sin ritmo, nunca
aprenderás”. Aunque, tal cual reconoce la letra, si caminamos sin
ritmo y los problemas no aparecen entonces nunca aprenderemos a enfrentarlos y
resolverlos.
Estamos ante uno de los videoclips más consagrados de la
historia. Dirigido por ese genio ganador de un Oscar que es Spike Jonze, y
protagonizado por el también bailarín Christopher Walken –a quien volvemos a
tener en este blog como participante de un video musical-, este corto se llevó
el Grammy al mejor video del año y seis premios MTV en el año 2002. Inclusive ese
mismo año la cadena VH1 lo elegió el mejor video de la historia: “Cultivado orgánicamente, hoy vago a través del hemisferio para hacerle
el amor a los ángelez de luz, y por supuesto, a mi chica. Supongo que no
entiendes que esto va más allá de ser un hombre, mientras me dejo llevar a la
deriva por la noche, siento que vuelo”. La acción del videoclip resulta curiosamente simple y
simpática. Un hombre se encuentra sentado solo en el lobby de un hotel, en un
estado de somnolencia debido al ruido de unas aspiradoras lejanas. De buenas
a primeras, y al compás del ritmo que escupe un equipo de música cercano, este
buen señor salta de su asiento y comienza a ejecutar un paso de baile tras
otro. Hasta allí, nada fuera de lo hilarante; sazonado con algún que otro plano
fílmico digno del gran Kubrick. Pero es hacia el final del video que se plantea
algo mucho más existencial, ya que en su soledad el bailarín comienza a flotar,
a levitar y a volar. Siguiendo la ruta del interrogante zen que reza: “¿Hace
ruido un árbol al caer en medio de un bosque si no hay nadie que pueda escucharlo?”,
bien podríamos dejarnos llevar por ese pensamiento y especular que las personas
cuando estamos solas somos libres. ¿Podemos volar sin alguien que nos diga que
es imposible? Al menos, en nuestros pensamientos, sí. ¡Feliz Deprimartes!
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