Deprimartes rebelde:
Tengo una premisa para mi vida en
el más allá: cuando me muera, quiero reencarnar como Tom Petty. Este rockero
del sur de EE.UU. es un prócer vivo del Rock, que influyó muchísimo tanto en mi
vida como en la de muy buenos músicos y artistas que hay por allí dando
vueltas. Su talento arrollador lo llevó a tocar rápidamente en compañía de
leyendas como George Harrison, Ringo Starr, Jeff Lyne, Roy Orbison, y Bob Dylan,
entre tantos otros. Y aquí nos trae la historia del ascenso y la caída de Eddie
Rebel, un muchacho con sueños de fama, que "… esperó
a terminar la secundaria, se fue a Hollywood y se hizo un tatuaje. Conoció por
ahí a una chica que también tenía un tatuaje, y resultó ser que el futuro
estaba totalmente abierto para ellos". Un muy jovencito Johnny Depp
nos muestra todo el derrotero de cómo hacerse “rockstar”, vivir como tal; y
terminar de igual manera: "Yendo al gran
descampado, bajo los cielos azules, y en esa gran llanura sólo hay un rebelde
sin la menor idea de contra qué rebelarse".
El largo y logrado videoclip va
matizando su historia con los solos y fraseos de uno de los mejores
guitarristas que he escuchado, el melenudo Mike Campbell, de The Heartbreakers,
quienes han resultado ser, como banda, los milenarios laderos del Señor Petty: “La parejita se mudó a un lugar que podían pagar, él
encontró un club nocturno en el que podía trabajar como portero. Ella tenía una
guitarra y le enseñó algunos acordes. El único límite que tenían era el cielo
mismo”. Y así, la incipiente estrella se va cruzando en su ascendente
carrera en los charts con todo un muestrario de la música de fines de los
ochenta y principios de los noventa: Van Halen, Paula Abdul, R.E.M., Lynyrd
Skynyrd, Mötley Crue, Yes, Extreme, y el propio Tom Petty, entre otros. Entre
toda esta parva de artistas se mezcla un muchachito que sólo había tenido la
fortuna de hacerse el tatuaje correcto –un corazón atravesado por un cuchillo- y
de aprender los acordes indicados… La biblia y el calefón, ni más ni menos.
Pero –y siempre hay un pero-
termina siendo verdad aquello de que la fama es puro cuento. A Eddie, el
estrellato se le sube a la cabeza, comienzan los excesos con el alcohol, deja
caer en desgracia a su hada madrina (interpretada por la leyenda de Hollywood
Faye Dunaway), llegan los gastos desmedidos, los accesos de ira, la
banalización de cada aspecto de su vida, la crisis de pareja… Y el tan
anunciado final, en el que descubre que el corazón que tenía tatuado ha
desaparecido de su piel, y de su vida. Aunque parezca un cuento, realmente no
lo es; es la síntesis de la historia de casi todos los artistas de rock: “Según la versión oficial, Eddie siempre dio lo mejor de
sí. Tenía un agente de prensa y hasta un asistente llamado Bart. Así que grabó
una canción y salió en los rankings… Usaba una chaqueta de cuero con cadenas
que cascabeleaban, conoció a muchas estrellas de cine, estuvo en fiestas y se
mezcló con ellos. Pero mientras seguía grabando, el de la compañía disquera le
decía que el éxito se escapaba de sus canciones. Y aun así, el futuro seguía
abierto”. Y entonces el gran maestro termina con la consabida frase: “y
todos vivieron felices para siempre”... Con respecto a esta última fórmula,
siempre pensé que es la manera que todo cuento tiene de darnos a entender que
ya no nos corresponde saber más nada de lo que pasó. Lo mejor es no preguntar.
Porque, ¿qué podría ser más irreal, más parecido al infierno que vivir para
siempre felices?... En fin, repito: si ven que me estoy muriendo, háganme
acordar de que me consiga un traje y una galera colorada para la próxima vida.
Muy feliz Deprimartes para todos.
Pd: Especial atención al detalle
de quién es el actor a quien Johnny tatúa al final del video, a ver si se dan
cuenta.
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